Okay, partamos de la base que muchas veces me confundo y tengo la creencia de que cada vez que salgo a fotografiar he de sacar fotones (o keepers, como se dice en inglés) y muchas vez vuelvo a casa sin esas fotos que tiene un ‘no se qué, que no sé yo’. Y entonces es cuando te cuestionas si vales para esto cuando ves tanta gente buenísima por las redes y a tu alrededor.. Vale, para ahí: todo lo que vemos es trabajo de salir y seguir avanzando, creando, creyendo y disfrutando. Y aquí es dónde nace este pequeño escrito.

Hace tres años, más o menos, compré una pequeña Fujifilm x70 para llevarla siempre conmigo y me fui a probarla a la Ciudad Fallera. Para los que no son de Valencia, esta zona fue en una época ya expirada uno de los centros neurálgicos donde los artistas falleros construían las Fallas para las grandes comisiones de la ciudad. Sin embargo, el tiempo, el deterioro, la subida de alquileres y otras tantas cosas han obligado a muchos de ellos a mudarse a otras zonas de Valencia, pero todavía quedan algunos artistas y ver los monumentos a las afueras de los talleres es algo que siempre ha tenido cierta magia para mi desde que era muy pequeño. Bueno, lo que decía, me fui a documentar la zona durante unas cuantas horas, conversando con algunos y recibiendo alguna negativa de otros (cómo podéis ver en el vídeo al final de este artículo).


Estuve caminando por ese barrio mientras documentaba la zona, los artistas y la gente y grababa un pequeño POV (colocar la cámara de manera que grabes todo desde tu perspectiva). Una vez terminé y volví a casa, hice lo de siempre, les echo un vistazo, las dejo reposar y ya más adelante profundizo. Al principio, no me llamaron la atención y me parecieron normalitas, así que un poquito desmotivado decidí editar el vídeo, las fotos, guardármelo, subirlo a Instagram y continuar. Pero hay un detalle que cambió la perspectiva: esto fue un día de Febrero del 2020, aproximadamente un mes antes de que los paradigmas sociales cambiaran un poquito. La mayoría de esos monumentos no verían la luz o los quemarían días previos a la semana fallera. Sin saberlo había documentado algo histórico. Entonces es cuando todas esas fotografías tomaron otra connotación y tres años después las miro de otra manera con una reflexión:


Sobrevaloramos las grandes hazañas e infravaloramos las pequeñas victorias, sin saber que la acumulación de las últimas crean las primeras.
Mucho ha ocurrido desde entonces, incluso un largo hiato dónde dejé la fotografía y qué acabé retomándola con mi móvil, pero lo que quiero sacar de esto es la importancia de no concentrarse exclusivamente en la calidad, sino en disfrutar del proceso, concentrarse en el momento y tomarse la fotografía como una manera de meditación dónde intentas capturar el momento presente que quedará grabado en el futuro. Es congelar un instante.





